LIGIA

Todos tenemos una lista de cosas por hacer y otra de las muchas que jamás haríamos. Algunas veces la segunda lista es muy larga por distintas razones.  El miedo al qué dirán puede ser una de ellas, por temor a vivir un rechazo en la sociedad o por parte de nuestra propia familia.  Nosotros también podemos llegar a pensar que no son «cosas de buenas personas o de personas decentes”.  

Crecemos con miedos, también con inseguridades hacia nuestros pensamientos y sobre todo hacia nuestro cuerpo. Estos temores se agrandan cuando tenemos dudas de cómo nos vemos por los demás, perseguidos por un falso estereotipo de belleza y perfección.  Las revistas y la televisión promueven esta imagen continuamente, y no nos damos cuenta de que esos cuerpos son poco o nada reales. Generalmente las fotos están manipuladas por múltiples filtros, programas de diseño o por un bisturí; situación que hace que los cuerpos parezcan de fantasía. Una imagen corporal que todos llegamos a anhelar tener. 

Tomarme fotos siempre ha sido mi punto débil y desnuda mucho más. La gente dirá que seguro es por llamar la atención o porque su ex la dejó. Sí, gran parte de mis inseguridades se derivaban de la opinión o decepción de alguien más; sin darme cuenta que primero debo amarme y respetarme yo antes de que lo haga alguien más. 

Cuando tomé la decisión de tomarme estas fotografías con Camilo, lo hice como cuando alguien se lanza al vacío, sin pensarlo dos veces. Recuerdo que solo le dije «sí» y me hizo una serie de recomendaciones que seguí al pie de la letra. No se lo conté a nadie, ni siquiera a mis amigas. En el camino me sentía sumamente nerviosa, asustada y por mi mente pasaban miles de cosas. 

Realicé baile desde los 10 años de edad, por lo que la figura de mi cuerpo siempre fue importante. Debía apegarme a los estándares de la danza, aunque mi cuerpo no sea el de una bailarina sumamente delgada, nunca lo fui.  Posteriormente, a los 26 años tuve a mi primer bebé y a los 28 el segundo. Siempre me preocupé por mantenerme en forma y saludable, pero después de ser madre, mi cuerpo cambió drásticamente. Ahora tenía cicatrices de los embarazos, las caderas mucho más anchas que antes y la visible cicatriz de la cesárea. No tenía solo cicatrices físicas sino también las del alma. 

Cuando llegué al estudio de Camilo me sentía absolutamente aterrada. No sabía cómo saldrían las fotos o si serían espontáneas. Sin embargo, también estaba segura de que debía mantener la calma y dejar todos los pensamientos negativos que tenía hacia mí.  Me repetía que al final estaríamos únicamente Camilo, su cámara y yo. En ese momento no lo conocía en persona y tampoco su forma de trabajar. He de compartirles que él fluyó; su tranquilidad y temperamento noble hicieron que todo fuera como agua cristalina. Se me contagió lo de fluir y solté una carga inmensa.  Empezando por todos esos tabúes absurdos que la sociedad nos impone, y que yo misma compartía al ser tan dura conmigo y con mi cuerpo.

Considero que juzgamos sin pensar, apegados a estereotipos comerciales de estándares de belleza.  Esto nos lleva a ser crueles y sumamente drásticos con los que se atreven a hacer lo que -muchas veces- nosotros mismos no hacemos.  Nos avergonzamos de vernos de muchas maneras principalmente desnudos. Yo puedo decir que algo en mí cambió.  Que después de esto mi alma está en paz con mi cuerpo.  También, aprendí a verme de otra forma y que dejé de tener miedos absurdos.  Que el cambio es natural, que todos cambiamos de muchas maneras.  Especialmente, que no debo verme ni sentirme igual a nadie, simplemente ser yo.

Gracias por ayudarme a soltar lo que no era mío y no me servía.

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@camilosarti