He seguido el trabajo de Camilo desde hace un tiempo. Veía a las chicas que han modelado para él, revisaba sus fotografías -las cuales considero un verdadero arte-, contemplaba mujeres realmente bellas, y así empecé a considerar la posibilidad de posar desnuda. Anhelaba poder experimentar lo mismo que ellas, es decir, verme y ser vista como un ser hermoso, segura de mí. Creo que sus imágenes transmiten la sensación de empoderamiento, que las mujeres se aceptan tal y como son; no solo esa idea de verse uno mismo humanamente perfecto.
No me considero una persona extrovertida. Contrario de lo que aparento, soy una persona tímida y llena de inseguridades como cualquier ser humano. Últimamente aprovecho el tiempo para analizar sobre diversos temas y llegué al punto en que me estuve cuestionando sobre mí; y llegué a preguntarme sobre las inseguridades que uno tiene.
A pesar de que anhelaba poder realizar la sesión, surgieron pensamientos quizá más negativos que positivos. ¿Qué hay del público y de mis amigos? ¿cómo me verán ellos? ¿qué es lo que pensarán al verme? ¿qué sienten? Podría seguir realizándome preguntas que giran en torno a la opinión de los espectadores y al «qué dirán”. Honestamente, me invadieron sentimientos de miedo y vergüenza.
Cuando reflexioné un poco más sobre esos pensamientos que me invadían, logré armarme de valor y tomé la decisión de realizar las fotos con Camilo. Personalmente admiro su trabajo y profesionalismo. Así que, comenzamos a buscar ideas y acordamos la fecha. Fue una elección trascendental, estaba emocionada con la idea.
Quiero pensar que alguien que no me conoce, verá una foto mía y se la enseña a alguien más, me imagino que le habrá dicho: ¡mirá que bonita foto! ¡mirá, sus ojos transmiten tranquilidad y es realmente artístico! Me fascinó la idea de hacer sentir cosas buenas a la gente y no solo a mí misma.




Pensando en mil cosas, volvió la inseguridad que tenía hacia mi cuerpo. Hice ballet desde los 7 años y el tema principal de mi vida siempre fue la figura. Pensaba que el cuerpo ideal de una bailarina era el de «una mujer delgada», yo me imponía un estándar que no lograba llenar. Recibí pequeñas críticas que se fueron guardando con los años y me generaron inseguridad. Las consideraba cicatrices del alma, no solo del cuerpo, de esas que eran muy difíciles de curar.
Finalmente, llegó el gran día y al empezar la sesión sentí como me latió el corazón muy fuerte. Todavía no sabría decir si era por emoción o nervios; creo que ambos. Conforme fuimos haciendo cada vez más fotos me sentí pura, sin filtros y sin prejuicios. En ese momento era ¡YO MISMA! Por primera vez no había inseguridades. Camilo me ayudó a sentirme cómoda, su profesionalismo me dio seguridad y pude sentirme libre.
Cuando revisábamos las fotos me amaba cada vez más. Era inevitable no hacerlo, pues cada imperfección lograba que me viera única. Al finalizar la sesión algo había cambiado en mí. Puedo asegurar que después de muchos años, al fin puedo decir que amo mi cuerpo y que no cambiaría ni un centímetro de él. Logré sentir como mi cuerpo transmitía un montón de sensaciones. Lo más genial de todo es que estás expresándote simplemente con el hecho de moverte -es difícil describirlo con palabras-. Considero que realmente fue una experiencia única, que amé con todo mi cuerpo y corazón. Estaré siempre agradecida y más que feliz con los resultados.




